“El fútbol es la cosa más importante entre las cosas menos importantes”.
Arrigo Sacchi, o Jorge Valdano: no hay consenso claro sobre quién dijo esto.
Mayo está terminando. Los días de frío han pasado y el sol se esconde cerca de las 9, lo que nos permite ver a plena luz del día un ritual que se repite cada final de primavera: estas semanas ha subido la afluencia de personas dándole vueltas al campo de fútbol de La Rafa.
- Es que en dos semanas empieza el campeonato de verano y estoy enrobinao.
Hace un par de años que trabajo en el Bullense. Todos los jugadores son del pueblo y con el equipo instalado cómodamente en mitad de la tabla de Preferente, hace tiempo que en el vestuario nadie habla del próximo rival. Los jugadores del Bullense son las piezas más cotizadas en el Campeonato de Verano, y las últimas jornadas de liga en Preferente no son más que una pretemporada para lo que realmente importa. El vestuario parece la dirección deportiva de cualquier club, donde se “fichan” jugadores y se establecen alianzas que se han ido forjando durante las noches heladas de los martes, jueves y viernes del invierno bullense, para ir a por el Campeonato de Verano.
Siempre habrá también un ceheginero, un caravaqueño o un muleño que, despistado, ha acabado jugando para el Bullense durante la temporada. En el Campeonato de Verano, estos jugadores son los equivalentes a los americanos en baloncesto o los brasileños en fútbol: nuestros extracomunitarios. En todo equipo que se precie que aspire a ganar el Campeonato, mínimo habrá un jugador o dos que vienen de Cehegín, Mula o Caravaca a subir el nivel, siempre con la excusa de que tienen sus raíces (normalmente algún tío) o a su pareja en Bullas, para no ocupar plaza de extracomunitario y para que a su equipo no se le reproche mucho. Hay una ley no escrita por la cual, si tu equipo gana el Campeonato de Verano, o lo compite, pero se ha apoyado mucho en jugadores (o en un solo jugador) de fuera de Bullas, estás haciendo trampa.
Prácticamente minutos después del pitido final del último partido de liga del CD Bullense en el Nicolás de las Peñas, el Campeonato de Verano empieza a disputarse. Y para entretenimiento general de toda una generación, el Campeonato no sólo se disputa en el Nicolás. Hay una frase muy manida con respecto al fútbol que dice que lo que pasa en el campo se queda en el campo. Pues bien, en Bullas esa premisa no caló y el campeonato suele trascender a lo que pasa en el campo.
En el Campeonato de Verano, los partidos empiezan en el Nicolás y se continúan jugando en el K-12, la Quinta y el Discobar. A veces de coña, a veces en serio, los piques, algún empujón, las pullas, los reproches se mezclan con las cervezas post-partido y dejan un escenario de Guerra Fría (o abierta) entre algún que otro jugador que se haya calentado durante algún partido de la semana y tenga cuentas pendientes que saldar. Vivir en un pueblo como Bullas asegura el reencuentro un número infinito de veces entre dos personas que tengan rencillas. En la mano de estas dos personas estará mirar para otro lado o resolverlas de manera pacífica o violenta. Para el entretenimiento general, el campeonato abre muchas de estas rencillas.
Sabes que el Campeonato de Verano ha comenzado cuando muchos de tus conocidos empiezan a hablar y a subir contenido a Tuenti o a Twitter como si los entrevistara el Marca. De repente, escuchas hablar de alcanzar la gloria a tu amigo, que va a echar el verano cogiendo melocotones en El Carrascalejo, o cómo otro de tus amigos se da importancia porque va a optar al Pichichi si los turnos en La Fábrica le permiten ir a todos los partidos.
Entiendes que todos los que hemos crecido en la generación millennial hemos sido un proyecto de nuestros padres para ser futbolistas o toreros, y que como en Bullas nunca hubo plaza de toros, esta es la única oportunidad para muchos de vivir el sueño bullero y sentirse como Zidane, Del Piero o Vieri, aunque sea en un patatal y jugando contra un equipo que capitanea tu electricista, secundado por tu fontanero.
Son los mismos que ponen al servicio de su equipo y deja esparcidos por el campo músculos, ligamentos y tendones. Las bajas laborales de larga duración son algo inherente al Campeonato de Verano. Algo que comprendes cuando ves el estado de forma de la mayoría de los jugadores, o cuando ves calentar a cualquier equipo antes de empezar un partido.
El fútbol es lo que menos importa en este campeonato de fútbol. Sobre todo porque el nivel futbolístico del 80% de los equipos es muy bajo, tanto como el de dos peñas o dos empresas que se unen para sacar equipo y ponen un bote común para las inscripciones y para que no falte cerveza durante el partido.
Me fascinan los equipos cuya táctica es buscar a alguien que sepa tirarse para que juegue de portero, poner a los dos más gordos de centrales, a los dos más malos de laterales y que los seis jugadores restantes campen anárquicamente por el campo tirando sprints de 20 metros a 8 kilómetros por hora, saltos a por el balón un cuarto de hora después de que haya botado y subido a la estratosfera y regates que terminan en trastabillado y panzazo. Son los mismos que sacan un córner en el que el balón bota dos veces en el suelo antes de llegar manso al primer palo. También protestan cada decisión del árbitro, además enérgicamente, quizá porque sea el único gesto de un futbolista profesional que están físicamente capacitados para imitar. Tras 10 minutos de gloria, piden el cambio y se sientan en el banquillo a beberse un bote. Esa es mi gente, es mi Campeonato. Un equipo que directamente se llame La Nevera de Botes. En estos equipos, los que optan a la cuchara de palo, me apunto.
Este espíritu lo supo encarnar como nadie El Club, el decano del Campeonato de Verano, y un equipo de leyenda, de buen rollo y en los últimos años de padres e hijos compartiendo vestuario que ha encarnado perfectamente el espíritu del deporte-salud-diversión en el pueblo. Son un histórico de la competición, pero no los únicos. Como en Oliver y Benji, en el Campeonato de Verano vamos sobrados de equipos, jugadores y personajes míticos.
De entre los nombres propios, sobre todos los árbitros del Campeonato de Verano (Patata incluido) siempre sobresalió el mítico Félix. Llegábamos al campeonato tras jugar durante meses el Campeonato de Invierno de fútbol sala, que pitaban el Cuqui y el Fausto con los que los jugadores teníamos confianza para protestar, tanta como ellos para mandarnos a tomar por culo y nos encontrábamos con el Félix, que era un árbitro de los de verdad, como los que veíamos en la tele, pero de cuando los árbitros parecían los padres de los jugadores y no otro más: de cuando Díaz Vega, López Nieto o Japón Sevilla. Revestía cada gesto de solemnidad. Pitaba un La Turra vs. Sureo como si fueran los cuartos de la Champions. En el partido que le tocaba pitar al Félix, sabíamos que ningún jugador iba a brillar por encima de él.
La época del Campeonato de Verano que hemos vivido de manera consciente los millennial empieza con el dominio absoluto por parte de Los Juveniles, que ganaron de calle durante varios años. Poco a poco, equipos como Los Topos empezaron a poner las cosas más difíciles, y también empezaron a aparecer tapados como el Caryou, vistiendo las míticas camisetas Kappa ajustadas de la Roma. Como nada es para siempre, llegó un momento en el que a Los Juveniles de joven sólo les quedó el nombre.
En esa época de transición, vestidos de la Juve, o de Francia, aparece El Bajo, que dominó el Campeonato con la base de una de las mejores generaciones de jugadores juveniles que dio Bullas, que sabía jugar y sabía guerrear, y claro, tenían a un Manolo que hasta jugando de portero y con una mano atada a la espalda ha sido el mejor jugador que ha jugado este campeonato.
El dominio de El Bajo estuvo amenazado por las otras tres grandes generaciones de jugadores de los últimos años, que le levantaron algún campeonato: la del 88-89 (que tuvo varios nombres), con la camiseta blanca del PSG y la del Chelsea, la generación de Los Lusos (91-92), con la blanca de Portugal, y ya dando guerra desde muy jóvenes, la generación de Los Sobraos (95-96). Sin pertenecer a ninguna de estas generaciones, siempre compitiendo y dirigidos por un mítico de los veteranos como el Vaski, los Cierrabares, a base de oficio siempre fueron un dolor de cabeza para los favoritos de cada Campeonato de Verano.
Mención a parte merecen otros equipos míticos de esta generación, que se hicieron de notar a base de competir, soltar palos o dar muestras de calidad, o todo junto. Si en el Campeonato de Verano había dos equipos que podían tener su propia bandera y representar el sentimiento de un pueblo, esos eran La Copa y el Litoral.
La Copa, como su nombre indica, englobaba a todos los coperos que sabían jugar al fútbol. El problema para los demás equipos, es que había muchos de estos coperos que jugaban muy bien, y que se identificaban con la causa de jugar para la pedanía. En esa época, crecidos por el legado de Valera en el Atleti y en el Getafe, el fútbol de La Copa (como ahora en 2023), estaba de moda. Y si se atrancaba un partido, siempre se podía tirar del oficio de Javi Mesones y la facilidad de meter goles de Gasero para darle guerra a los favoritos del campeonato.
El Litoral era la selección boliviana de Bullas. Nunca entendí por qué si los inmigrantes del pueblo en esa época eran de Ecuador, les llamábamos bolivianos en el Campeonato de Verano. O a estos bolivianos los traían sólo en mayo para jugar, o no lo eran, o nunca nos importó en Bullas la procedencia mientras fueran buena gente. El Litoral, compuesto de bolivianos, pero capitaneado por el Chicano, compensaba su falta de calidad con su entrega. Soltaban patadas hasta a los de la cantina y eso sí, tenían a Pipo, que era como Vinicius pero con rasgos bolivianos y con el pelo medio largo. Hace un mes lo vi en El Muelas y pensé que tenía que escribir sobre el Campeonato de Verano sólo para nombrarlo.
Y así, un verano tras otro (si la remodelación del Nicolás o el COVID respetan), el Campeonato de Verano tiene a gran parte del pueblo entretenida, olvidando sus problemas porque se está inventando otros nuevos, más triviales, más llevaderos: la patada que me dio el hijoputa este, el fuera de juego que no era, el partido importante para quedar campeones del grupo plata… pura anestesia para aguantar unas semanas hasta que el verano rompa del todo.
La reapertura de la terraza del Discobar se encarga del resto.