Esa agradable sensación que proporciona la sincera falta de interés solo se puede dar en las verdaderas amistades.
Pepe Colubi
Hablando sobre los planes para el puente de diciembre, me he sorprendido a mí mismo con un comentario que lleva dentro una reflexión muy bonita sobre la vida en los pueblos, especialmente cuando te reúnes con tus amigos:
“Yo me iré para Bullas a pasar el fin de semana allí. Necesito volver a 2005 aunque sean dos días”.
Hace unas semanas que lo estamos preparando. Somos niños a los que educaron en Bullas y en los años noventa, así que no estamos preparados ni programados para expresar nuestros sentimientos, pero a todos nos hace ilusión. Hoy los Xustas nos volvemos a reunir. Todos sabemos que van a salir a relucir las anécdotas (o delitos) de siempre, historias que nunca van a salir a la luz porque entre nosotros somos leales. Historias que ya nos sabemos de memoria pero estamos deseando escuchar otra vez para volver a vivirlas. Si se da bien, de hoy pueden salir nuevas anécdotas para contarnos la próxima vez que nos veamos.
Ya hace unos cuantos años que nos vemos mucho menos de lo que nos gustaría. Ya se lo dijo una noche en La Fortaleza el Sema al Perico, «disfrutad de estos días que estáis todavía todos juntos, que todo esto se acaba». Hace quince años, bebidos cada fin de semana, siguiendo la hoja de ruta del Eladio, el botelleo, la calle del Polígono, la Fortaleza y el Morropelo, dábamos por hecho que esos días iban a durar para siempre.
Ahora todos pasamos de los treinta, con menos pelo, más barriga (o viceversa para los que se cuidan más) y solo somos capaces de reunirnos todos en las bodas o en los entierros. Solo los grupos de WhatsApp mantienen la llama encendida y el contacto en la distancia. Benditos stickers.
La vida nos ha llevado a vivir en lugares diferentes, a relacionarnos en otros entornos y, por qué no, a tener otros grupos de amigos con los que en este momento de nuestra existencia tenemos una relación más cercana. Pero cuando nos referimos a mis amigos, sabemos exactamente, y hacemos saber a los demás de quién estamos hablando.
Si eres de Bullas, el apelativo de mis amigos es coto exclusivo para los de tu peña, y eso va a seguir siendo así de manera vitalicia. Puedes tener a tus amigos del trabajo, los amigos de Murcia, los del CrossFit, los de la bici… pero si te refieres a tus amigos, tienes claro que no se trata de ninguno de los anteriores. No son tus amigos del pueblo, y si te refieres a ellos así, lo haces para facilitar la comprensión a tu interlocutor, pero teniendo claro que la manera correcta de referirte a ellos es tus amigos, a secas, porque no hay más.
Si tienes pareja y también es de Bullas, la separación de bienes queda implícita y se da por hecho que si no sois de la misma peña, por un lado están tus amigos y por otro los amigos de tu pareja. Equilibrar tu vida en pareja con el tiempo que pasas con tus amigos y con los suyos es una tarea compleja.
La vida puede haberte llevado a cruzar simplemente un par conversaciones superficiales en los últimos dos años con alguien de tu peña, con uno de tus amigos, pero siempre vas a hablar de él como tu amigo, por encima del compañero de trabajo con el que llevas luchando ocho horas al día, cinco días a la semana durante los últimos siete años, y con el que has entablado una relación que roza lo fraternal.
Solo el que ha crecido en un pueblo lo puede entender. Solo puedes considerar tus amigos a los de tu peña porque son tan parte de tu vida como lo eres tú mismo. En Bullas, tú eres tú, un individuo, pero también eres tú, el que se junta con los Xustas, con los Wachunevis, con Los ke Faltaban, con Los Elementos, con los Nardotes, con los Bicharracos, con La Cueva, con Las Trókolas, con Las Irakundas, con Los Sobraos, con los de la Puerta Ginesa, con los de Marras, con los del Bajo o con quien sea. Lo de los nombres que nos identifican da para otra entrada, solo diré que bastante bien estamos los millennials de Bullas a día de hoy con la adolescencia que vivimos.
Retomando, en Bullas, tu peña, a parte de conformar tu grupo amigos, de alguna manera es algo que te define.
Y te define por muchas razones:
- Es muy probable que te conozcas a ti mismo el mismo tiempo que a los de tu peña. En un pueblo donde las caras son siempre las mismas, llevas viéndote desde preescolar con los que van a ser tu futura peña. La mayoría de los Xustas fuimos educados en Las Monjas, curtiéndonos juntos desde los tres hasta los dieciséis años. Ocupamos diferentes cursos, por edad y expediente escolar, pero todos vivimos lo mismo en esos años.
- Desde bien pequeño, quieres imitar a los mayores y tener tu peña. Un niño de primaria en los años noventa y dos miles, a lo único que aspiraba era a hacer lo mismo que su hermano o su primo mayor, que ya salía en la Diana. Desde esa edad, en Bullas empezábamos a desarrollar ese sentido de pertenencia al grupo. Nos hacíamos una sudadera con un nombre que incluyera la palabra diablo o infierno (nuestro mayor acto de rebeldía contra la educación católica), y nos íbamos al Tío la Pita y a la feria, ya como componentes de una peña. Con suerte, algún padre nos prestaba un bajo para beber licor de mora y Blue Rives. Antes de Los Xustas, primero fuimos Los que mataron al pavo y después el Kaos.
- Durante los siguientes años, esa protopeña de la que hablamos, empieza a tener sus pequeñas escisiones: unos se van con otros amigos, otros vienen, y a otros los echan (el destierro de una peña era la condena máxima de un preadolescente o adolescente en Bullas) y ya con 13-14 años hay un núcleo duro de amistad, que se conoce desde los cuatro años y ha sobrevivido a idas y venidas, manteniéndose unido. Después de separarnos como el Kaos, aparecen los Xustas como tal.
- Cuando ya la peña está afianzada, hay un vínculo de confianza absoluta entre todos, cohesionado por el pacto de silencio implícito y asociado al descubrimiento de todo lo que se descubre en un pueblo y entre amigos desde los 13 a los 18 años. En la adolescencia tu peña es tu familia, tu escuela y tu patria, como una secta en la que te mantienes unido ya por pura comodidad y desidia. Te debes al grupo. Si se fuma, se fuma. Si se bebe, se bebe. Porros, pues porros. Si hay que darse de hostias con los del bajo de al lado, se queda a una hora y nos liamos todos a hostias. En esta época pasó TODO en Los Xustas (como en cualquier peña). Historias en bajos, en el Eladio, en campos, en casas rurales, en carnavales viajando al universo Marvel, en los cumpleaños del Vivi o hasta en una carretilla. Historias que son patrimonio exclusivo de los que las vivieron.
- Cuando alcanzas la edad adulta, ya has compartido lo suficiente con ellos como para asimilar que los de tu peña son (y siempre van a ser) tus amigos. Te vas del pueblo a la universidad, pero el pueblo no se va de ti. Sabes que vas a hacer amigos nuevos, algunos para siempre, pero ninguno se compró contigo tu primer Fortuna por 2,10€ en el Tucán con 12 años. Vas a conocer a gente excepcional, pero ninguno te vio beberte tus primeros cubatas en un bajo de mala muerte del casco antiguo de Bullas, con un flash funcionando toda la noche y una luz ultravioleta que te hacía gracia desde que la viste en el Rechon. Vas a tener nuevos amigos. Los amigos de la universidad. Tus amigos, los que no se han ido a la universidad, te esperan cada viernes en Bullas, si es que no van antes a Murcia para salir un jueves, porque ahora tienes piso, que es como tener bajo pero con más cosas y sitio para dormir. La época universitaria, al revés de lo que puede parecer, refuerza los vínculos en una peña.
- Y después… llega la vida. Las vidas de cada uno. Lo que era hacer planes todas las semanas, pasa a ser solo veros en Las Fiestas, Navidad, Domingo de Resurrección, San Marcos y con suerte algún sábado de verano. Lo que eran tres mesas llenas de gente en el Eladio cada viernes y cada sábado, pasan a ser tres o cuatro sillas en un almuerzo. Lo que era un «este finde qué toca» pasa a ser «a ver si nos vemos el mes que viene un día». Y eres consciente de que ahora sí: ya son muchos más los recuerdos vividos que los momentos por vivir. Y te pone triste, pero solo un momento, porque al siguiente te dices que lo que quede por vivir, lo vas a disfrutar al máximo precisamente por eso.
Y ahora ir a ver a tus amigos es escaparte. Es viajar en el tiempo. Es tener la sensación de que cada vez que nos reunimos, lo retomamos por donde lo dejamos aquella noche en La Fortaleza en la que el Sema le dijo al Perico que «esto se acaba». Es que todavía venga el Ander de Bilbao dos días al año y siga sintiéndose en casa con nosotros. Es aterrizar después dar una conferencia en Moscú, para comerte al día siguiente un asado de pulpo en Coy, y que ninguno tenga ni puta idea de qué hacías tan lejos, pero te quieran simplemente porque saben (y sabes) que tu sitio siempre es ahí, con ellos. Es esa dejadez genuina que solo puede soportar una amistad de toda la vida. Es no verte con alguien en un año y que a los dos minutos parezca que os visteis primero anteanoche, y ayer otra vez.
Porque son tus amigos y, aunque te hayas criado en los noventa y en Bullas, los quieres y estás orgulloso de ellos, sean doctores en telecomunicaciones por la universidad de Edimburgo, o uno de los mejores trombonistas de España o un auténtico currante que con el primer rayo de sol ya está liado trabajando en el bancal y yéndose con el último. Te sientes orgulloso de todos.
Orgulloso de ellos porque son tu familia, a veces literal, como el Miguel o el Jose Antonio, o hasta el Anto durante una época de nuestras vidas. O porque son la familia que tú has elegido que lo sea, como tus otros primos el Perico y el Mateo el carpintero. Porque no te recuerdas sin que ellos no estuvieran ya contigo en preescolar, como el Javi, el Andrés, el Vicente, el Ch*v* (no quiere que lo nombre), o el Pablo. O aparecieron más tarde para hacerse cada vez más presentes en tu vida, como el Mateo, o que sinceramente no recuerdas cómo y cuándo aparecieron exactamente, porque ya son muchos años juntos y que son imprescindibles para entendernos como grupo, como el Lagarto, el Alonso o el Negro.
Orgulloso porque ahora mismo estamos todos cotizando, como dice nuestro Ch*va.
Y orgulloso porque imagino que en el fondo tenemos que ser buena gente, cuando se nos aprecia tanto a pesar de las, vamos a llamarle movidas, que se han cometido bajo nuestro nombre.
Yo no les pedí a mis hijos que sacasen buenas notas, ni que no fumasen, ni que hostias; yo les pedí que tuviesen buenos amigos. Porque al final tus hijos no van a ser lo que quieres tú que sean, sino lo que quieren sus amigos.
Miss Marte. Manuel Jabois.
Sois maravillosos todos ❤
❤️❤️❤️